• 14 de octubre de 2024

Coronavirus deja sin fiesta a Santiaguito

IZÚCAR DE MATAMOROS, PUE. – Debido a la contingencia que se vive por el Covid-19 en este municipio, los festejos en honor a Santiago Apóstol, serán a puerta cerrada, sin colocación de puestos y juegos mecánicos, solo habrá misas transmitidas a través de redes sociales.

Lo anterior fue dado a conocer, por Gilberto Sombrerero Hernández párroco de Santiago Apóstol, quien comentó que este año no se recibirán peregrinaciones o mandas, asimismo tampoco grupos de música o veladoras para el festejo del Señor Santiago, esto debido a la contingencia que se vive por el Covid-19.

Detalló que los festejos serán a puerta cerrada se realizarán misas desde el 19 y hasta el 26 de julio, a las 5 de la tarde, las cuales serán transmitidas a través de la fan page de la parroquia de Santiago Apóstol, asimismo el 25 de julio que es el día de celebración principal de Santiaguito se transmitirá la misa especial a las 12 del día.

Mencionó que sí habrá festejo en honor a Santiago Apóstol, solo que será de manera diferente este año debido a la pandemia, las personas podrán acompañar a Santiaguito de manera virtual.

En este año la celebración de feria, como se realiza año con año, ha sido cancelada ya que esta festividad es una de las más grandes en la región de Izúcar de Matamoros, la cual durante la semana de festejo llega aglomerar a más de 20 mil visitantes.

Leyenda de la milagrosa aparición de Santiago Apóstol.

Por su parte, el cronista Alfonso Gil Campos, nos narra a continuación cómo Santiaguito fue el escultor de su misma imagen, tal y como lo llegó a contar el izucarense Emilio Velasco Gamboa en su leyenda precisamente titulada “El Escultor”: Célebre y reconocido es, sin duda, el templo católico erigido para el Santo Patrono de Izúcar de Matamoros, del cual existe una figura de la que muy pocos conocen su historia.

Allá en la época de la colonia, la fecha se pierde en la oscuridad del tiempo, los ministros de la Santa Iglesia iniciaron la construcción de dos templos para evangelizar el valle de Itzocan: el de Santo Domingo y el del Apóstol Santiago, sólo que, cuando los sacerdotes terminaron de construir el segundo, se percataron de que no tenían ninguna efigie del santo.

Peor aún, no tenían escultor ni capital para mandar hacer la escultura. De esa manera, se resignaron a esperar que tuvieran los dineros, o bien, que el señor Obispo de la Puebla de los Ángeles les mandara un artista.

Cierto día, un hombre llegó a Itzocan diciéndole al párroco que era escultor y que había nacido en Compostela, España y que, al enterarse de que los evangelizadores de ese valle no tenían dinero para pagar los servicios de un artista que hiciera la imagen del discípulo de Jesús, se había decidido a realizar esta noble tarea sin exigir emolumento alguno.

El Padre, conmovido por aquel hermoso acto de fe y caridad, preguntó al hombre el material que requería para construir la escultura y cuáles serían los alimentos que querría tomar a diario. El escultor pidió que sólo le llevaran cañuelas de milpa para hacer el esqueleto de la imagen, y barro para moldearla; y como alimento, sólo pan y vino.

Extrañado, el cura le preguntó: “¿Sólo cañuelas y barro? ¿No queréis mejor roble o mármol? ¿Y sólo deseáis pan y vino? Después de todo, si vos habéis tenido la buena voluntad de ofrecer vuestros servicios de modo tan altruista, seguramente habrá un alma que nos convide carne, fruta o queso”.

“Pedonad vos, Padre” exclamó el hombre, “las cañuelas sólo me servirán para reforzar y sostener el cuerpo de la santa imagen. Pero, cuando Dios Nuestro Señor creó al hombre a su imagen y semejanza, ¿creéis vos que acaso necesito usar piedra, roble o mármol? No, Padre: usó barro”.

“Además, Jesús dijo a sus discípulos que comieran el pan y bebieran el vino, porque éstos eran su carne y su sangre. ¿No es éste, acaso, ¿el Cuerpo de Cristo? ¿Creéis que podré tener mejor alimento?”.

El párroco, conmovido por aquellas palabras tan ciertas, le procuró de sus peticiones sin mayor averiguación. Después, le preguntó al escultor las condiciones en que necesitaría trabajar y el tiempo en que concluiría la obra.

El hombre le contestó: “Agradezco vuestras atenciones, Padre, y os quiero pedir que se coloque una cortina para que nadie mire cómo realizo mi trabajo hasta que lo acabe. Los alimentos sólo vos los pasaréis, y nadie más, bajo la cortina, misma que no deberéis alzar más de un palmo para tal fin, y si acaso se ofreciera alguna cosa, hablaré sólo con vos. Con nadie más. En siete días terminaré la imagen. Entonces la podréis ver todos”.

El sacerdote, lleno de fe, cumplió con la parte del trato que le tocaba y, a cada día que pasaba, ansioso y emocionado, le preguntaba al escultor cómo iba la figura, a lo que éste le respondía “Bien, Padre, bien”.

Al séptimo día, muy temprano, el escultor pidió al párroco que él y sus feligreses asistieran juntos para conocer la imagen del Apóstol Santiago, pero que esperase a que le indicara el momento de correr la cortina.

Así lo hizo el cura, y cuando todos estuvieron reunidos en el templo, le dijo esto al artista: “Aquí están reunidos todos los hijos de la Santa Madre Iglesia esperando ver vuestra maravillosa obra. Todos queremos conocer la imagen de nuestro Santo Patrono, que deseamos nos brinde vuestro amor y protección en estas tierras del Señor”.

El escultor, por su parte, les contestó: “Padre, el Apóstol Santiago os ha elegido para vivir entre vosotros y ser vuestro Patrono, convencido de la fe que tenéis en él. Ése es el don más maravilloso, la fe. Ése es el máximo tributo que podemos rendir a Dios, Nuestro Señor y a Su Hijo hecho hombre. Podéis quitar la cortina” y así lo hicieron.

El párroco y aquellos que conocieron al escultor cayeron de rodillas ante el prodigio que estaban mirando: el rostro del santo era el mismo del artista que, montado en un blanco bridón y cubierto por una túnica, empuñaba una espada en la diestra y posaba su mirada piadosa en todos ellos. Además, los alimentos estaban intactos.

Los demás fieles también se hincaron al comprender el milagro que estaban presenciando. Después, su guía espiritual, conmovido, les dijo este mensaje: “Hijos míos, Dios, Nuestro Señor, estará por siempre en Itzocan, ya que nos ha enviado a uno de los discípulos de Su Hijo Unigénito: el Santo Patrono del Valle de Itzocan, el Apóstol Santiago, quien nos protegerá de los males y de las desgracias futuras”.

“Él os ayudará si vosotros le pedís auxilio y cobijo, porque es el depositario del poder y la misericordia de Dios en estas tierras. Hijos míos: Demos Gracias al Creador”.

Y es verdad. Cuando ustedes vengan a Izúcar de Matamoros, acérquense al Apóstol Santiago: sentirán su piadosa mirada transmitir paz y tranquilidad a su alma, así como el amor que le tiene a esta noble y bella región.

Y ese mismo amor se siente por él en Izúcar de Matamoros, tal como se le demuestra el 25 de julio de todos los años, día en que se conmemora la fecha de su llegada.

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