Cuando empezó la pandemia en China era incrédulo, y llegué a pensar que era otro invento de la política para manipular, sin embargo, empecé a dudar cuando ésta llegó a México.
En el mes de abril viajamos de Matamoros a mi casa de Veracruz mi esposa, mi hija y yo, aún con un poco de dudas respecto a la existencia del COVID, pero tomando todas las medidas de prevención en el uso del cubrebocas, gel antibacterial y la sana distancia. En casa mi mamá si tenía temor, mis hermanos y cuñados no creían en la pandemia porque el presidente Obrador decía que no pasaba nada, que salieran y que la estampa detente era milagrosa, desde mi perspectiva, jamás imaginé cuánto daño causaría esa declaración tan irresponsable.
Con los días me entero que un amigo de la infancia fallece por COVID-19, ya en ese momento me entro más temor, y decidimos regresar a Matamoros para entrar a un serio confinamiento mi familia y yo. Al mes de regresar de Veracruz me habla una hermana a la cual admiro, amo y estaré agradecido siempre y me dice estas palabras “creemos que estamos contagiados”, me cuenta todo y me dice que ella y mi cuñado van a ver a un neumólogo, ya por la tarde me llama nuevamente para decirme que mi cuñado se tiene que internar porque tiene neumonía o probable COVID, ese mismo día a las 6 de la tarde se interna en el ISSSTE en Veracruz.
A primera hora del siguiente día, mi hermana me vuelve a llamar para decirme que mi cuñado había fallecido, y que su cuerpo sólo aguantó 7 horas internado, también me dice que ella entrará en cuarentena porque su prueba de COVID salió positiva, y con la voz entrecortada me dice “ya no lo voy a ver, lo van a cremar y tampoco podré ver sus cenizas hasta que salga de este encierro”, y mientras sigue con su relato, me cuenta.
“cuando él bajo del coche para ingresar al ISSSTE me pidió que lo fuera a ver al hospital porque le daba miedo los hospitales, yo le respondí que sí, y mientras lo veía alejarse lentamente con dificultad para caminar, movía su mano de un lado a otro diciéndome adiós.
Jamás pensé que sería la última vez que lo vería con vida”. Sus palabras llenas de dolor e impotencia me impactan, me asustan y me lleno de interrogantes que hasta el momento no he logrado despejar en su totalidad.
El 31 de julio mi hermana se realizó por segunda vez la prueba de COVID y el resultado fue negativo, ese mismo día salió de la cuarentena y finalmente pudo ver las cenizas de su esposo, pudo abrazar a su hija y besar a su nieto. La familia está viviendo una tristeza que sólo el tiempo puede curar.
El COVID ha dejado a miles de personas sin trabajo, dentro de esos miles me encuentro yo, que desde hace cuatro meses estoy desempleado, ha dejado en luto a miles de familias, y ha dejado a miles de niños huérfanos. Aunado a que 1700 millones de niños no van a la escuela en 190 países.
En un momento de ingenuidad llegué a pensar que esta pandemia había llegado para que fuéramos mejores personas, pero como veo y percibo la situación esto ha generado más odio, más resentimiento y muy pocas ganas para seguir adelante.
A todos los lectores les pido por favor cumplan con todas las medidas sanitarias, el COVID-19 si existe.
Atte. Rubén Palacios Vidal, una persona que sufrió los efectos de esta pandemia, llorando la ausencia de un familiar que apreció con toda el alma.
“Cada hombre es una parte de la tierra. La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y, por consiguiente, nunca hagas preguntas por quién doblan las campanas; doblan por ti”. Del libro de Ernest Hemingway. Por quién doblan las campanas.