Por MC. Héctor Gatica Guevara, especialista en formación deportiva y valores
En el mundo del deporte infantil, hablar de emociones a veces se siente como pedirle a un árbitro que vea bien una jugada. Difícil, pero no imposible. A muchos entrenadores aún les cuesta trabajo aceptar que los niños no son mini robots programados para rendir, competir y ganar. ¡Sorpresa! Los niños sienten. Y lo hacen intensamente. Lloran cuando pierden, se frustran cuando no les sale una jugada y, sí, también se emocionan hasta el punto de perder el control.
Pero no, muchos aún creen que el manejo de emociones se corrige con una buena gritada o una banca eterna. Porque claro, nada dice «soy un gran formador» como regañar a un niño de 10 años por equivocarse. Bravo.
¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN EL CAMPO?
Lo que está pasando es que se nos está olvidando que entrenamos personas, no resultados. Que no es más importante el marcador final que el bienestar emocional del jugador. Y esto va para los entrenadores, padres y hasta los abuelitos gritones de la tribuna.
Estos son algunos de los errores más comunes:
Confundir disciplina con dureza: No es lo mismo formar carácter que apagar el alma. Muchos niños abandonan el deporte por sentir miedo, presión o rechazo.
Ignorar las emociones del niño: ¿Lloró? Que se aguante. ¿Se frustró? Que no sea débil. ¿Está nervioso? Que no se note. Todo eso lo hemos escuchado, y todo eso está mal.
Creer que el «carácter» se forma a gritos: Pues no. El carácter se forma en la confianza, el apoyo y el respeto mutuo. El grito solo genera miedo o resentimiento. O ambas.
¿Y ENTONCES QUÉ HACEMOS?
Ahora viene la parte bonita (y útil). Aquí algunas sugerencias para mejorar el manejo emocional en los niños atletas, aunque duela a quienes siguen creyendo que ser entrenador es tener un silbato y un cronómetro:
- Escuchar antes que dirigir
 
Antes de dar indicaciones, pregúntale al niño cómo se siente. No es perder tiempo, es ganar confianza. La empatía es una herramienta más poderosa que cualquier esquema táctico.
- Educar en la frustración
 
Perder es parte del juego, pero también parte del crecimiento. Enseñarles que no siempre se gana, pero siempre se aprende, es mil veces mejor que decirles: “¡Ya ves! Te dije que entrenaras más”.
- Celebrar el esfuerzo, no solo el resultado
 
Un niño que lo intentó mil veces sin rendirse merece tanto aplauso como el que metió tres goles. Porque el deporte es mucho más que estadísticas.
- Modelar el comportamiento emocional
 
Si tú como entrenador te desesperas, gritas, lanzas la gorra y haces berrinche… ¿Qué esperas que hagan ellos? Ah, pero claro, tú eres “el adulto”, ¿no?
- Incluir dinámicas de gestión emocional en los entrenamientos
 
Así como calientas músculos, hay que calentar emociones: juegos de confianza, técnicas de respiración, hablar de lo que sienten. ¿Suena a clase de psicología? Pues sí, y hace falta.
Conclusión: Menos regaños, más formación
El trabajo emocional en los niños atletas no es un lujo, es una responsabilidad. Y si no sabes manejarlo, tal vez lo tuyo no es formar, sino contar estadísticas desde la grada.
Así que, querido colega entrenador, si te has sentido incómodo leyendo esto, probablemente sea porque tienes algo que cambiar. Y eso está bien. Lo peor sería seguir entrenando generaciones llenas de miedo, frustración y silencio, pero con buenos tiempos en el cronómetro.
No olvides que el mejor resultado es un niño feliz, emocionalmente fuerte, que ame lo que hace. Todo lo demás… es solo marcador.

                                               
                    
                    
                    
                    
                    
                    
                    
							 
							 
							 
							 
