El endurecimiento de las deportaciones está regresando a cientos de paisanos a sus pueblos de origen sin vivienda ni ahorros. Es una realidad incómoda: muchos gozaron de una buena vida en EE. UU., pero no construyeron un patrimonio en México. Hoy vuelven con las manos vacías y una lección urgente.
Hay historias que duelen porque son espejo.
Cientos de nuestros hermanos migrantes están siendo deportados y, al volver, descubren que no tienen casa ni dinero para empezar de nuevo.
Algunos se fueron por años, incluso décadas.
Trabajaron duro, pero no “hicieron la tarea”: no ahorraron, no compraron un terreno, no levantaron aunque fuera un cuarto propio en su comunidad.
En Estados Unidos vivieron bien.
Ropa de marca, auto reciente, salidas a restaurantes y bares.
La idea era sencilla: “nunca me van a deportar”.
Algunos adquirieron viviendas allá sin regularizar su estatus migratorio, y hasta lograron a pensar que ya eran gringos.
Otros se acostumbraron a la vida americana y pospusieron el envío de remesas para construir en México.
El tiempo pasó… y la migra tocó la puerta.
Nunca les paso por la cabeza que en Estados Unidos iban a ser perseguidos, acosados, arrestados, encarcelados y finalmente deportados a su país.
Conviene recordar el sentido original de la migración hacia “El Norte”:
Buscar mejores condiciones de vida para la familia, comprar una casa, asegurar un patrimonio, montar un negocio tal vez.
Ese objetivo se diluyó para un segmento que hoy llega sin nada, y es cuando el sueño americano se convierte en una horrible pesadilla.
No todos están en esa situación.
Muchos sí enviaron dólares, compraron su lote, construyeron su hogar y hoy regresan con tranquilidad.
Hay otro segmento de nuestros hermanos migrantes que con papeles o sin, son exitosos en México y en Estados Unidos, porque fueron a conquistar el sueño americano y montaron negocios que los han hecho decidir por su cuenta si se regresan o no.
Incluso hay quienes optan por la autodeportación para no arriesgarse a una separación familiar.
Pero a quienes no se han puesto las pilas, este es el mensaje: nunca es tarde.
Regulariza lo que puedas, aprieta el gasto y manda los benditos dólares a México para levantar tu casita.
Un cuarto propio vale más que un carro del año y de vivir en una cultura que no es la nuestra.
Nadie sabe qué le depara a Estados Unidos ni al mundo.
Guerras, crisis o atentados —como los del 11 de septiembre de 2001— cambian la vida en un instante.
Tener ahorro y techo en México es un seguro de certidumbre.
Nuestros hermanos migrantes son nuestros héroes nacionales, nuestros guerreros y deben hacer conciencia y pensar que estan obligados a tener su patrimonio en México.
Volver a empezar a los 50 o 60 años es duro.
La fuerza productiva ya no es la misma, ya no te dan trabajo a esa edad, y los apoyos gubernamentales son mínimos.
Por eso, cada dólar cuenta si se convierte en ladrillo, escritura o negocio propio.
No hay receta mágica, pero sí un principio:
Ahorra y construye hoy, para no sufrir mañana.
Ese es el verdadero sueño: llegar a casa… y que la casa sea tuya.
En el estado de Puebla, las cifras oficiales hablan de casi 4 mil personas deportadas en solo 7 meses del gobierno Trumpista, pero cientos de migrantes también se han regresando por su voluntad propia al pueblo que los vio nacer.
Suerte y muchas Bendiciones a nuestros migrantes que residen en Estados Unidos.
GRACIAS Y SI DIOS NOS DEJA, NOS LEEMOS EN LA SIGUIENTE ENTREGA…


