Por MC. Héctor Gatica Guevara
En la Mixteca poblana, el problema de la obesidad infantil no es un rumor: es un hecho respaldado por cifras oficiales que pintan una realidad preocupante. Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), uno de cada tres niños en México padece sobrepeso u obesidad, y en Puebla las cifras no son distintas. La niñez, que debería ser sinónimo de energía y vitalidad, hoy arrastra kilos de más junto con una mochila llena de malos hábitos.
El menú del desastre
Hablemos claro: la obesidad infantil no llega sola, la invitamos a la mesa.
Malo: Desayunar refresco con pan dulce (sí, todavía hay casas donde el “Boing” sustituye la leche).
Malo: Mandar al niño a la escuela con papitas, galletas y juguitos procesados.
Malo: La “cena” de tamales, tortas y fritangas, porque “al niño le da hambre en la noche”.
Malo: Que el único movimiento físico del día sea el pulgar deslizándose en la pantalla del celular.
Pero claro, la culpa nunca es de nadie: es de “la genética”, del “metabolismo lento” o, peor aún, de que el niño “no hace caso”.
El espejismo de la actividad física
Y aquí entran en escena los pseudoentrenadores y hasta algunos pseudo-docentes de educación física que piensan que con una carrerita de 10 minutos alrededor de la cancha ya combatieron la obesidad.
Porque sí, nada como la clase donde el profe manda a todos a “jugar fut” sin planificación ni metodología, mientras él descansa en la sombra con un silbato colgando del cuello. ¡Formadores de campeones mundiales de banca!
La verdad es que la falta de programas estructurados de actividad física y el sedentarismo fomentado desde casa son un combo letal. Los niños necesitan ejercicio real, constante y progresivo, no improvisaciones de media hora donde se confunde “cansancio” con “entrenamiento”.
Buenos hábitos que sí hacen la diferencia
Desayunar fruta, huevo o avena en lugar de panecitos con azúcar.
Llevar agua natural a la escuela, no jugos ni refrescos.
Establecer horarios de comida en familia, sin pantallas.
Limitar el tiempo frente a celulares y consolas.
Promover deportes organizados con entrenadores capacitados, no improvisados.
Caminar, andar en bicicleta o realizar juegos activos todos los días.
Consecuencias que pesan más que los kilos
La obesidad infantil no solo trae ropa más grande y baja autoestima. Arrastra problemas de salud a futuro: diabetes tipo 2, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y desgaste articular prematuro. En otras palabras, una infancia sedentaria compra una adultez enferma.
La voz del especialista
Como suelo repetir en cada foro:
“La obesidad infantil no se resuelve con frases motivacionales ni con entrenamientos improvisados. Se enfrenta con ciencia, educación y responsabilidad compartida entre casa, escuela y comunidad.”
Recomendación final
Padres, docentes y entrenadores: la obesidad infantil es un problema serio que requiere acción real. La receta es clara: alimentación balanceada, actividad física constante y orientación profesional. Dejen de confiar en los “gurús” del fitness o los maestros de silbato fácil. La salud de los niños no merece ocurrencias, merece planificación, ciencia y compromiso.



